Uno de los atributos comunes de las sociedades modernas es su carácter ‘secular’, es decir, el hecho de que los principios que orientan sus instituciones sociales y formas de conocimiento se desanclan del tutelaje de creencias y prácticas religiosas. La secularización plantea así la interrogante acerca de la fragilidad constitutiva de los órdenes sociales modernos: la experiencia de vivir en un mundo que, debido a su pretensión de creciente autonomía, carece de un principio esencial que garantice el orden. El objetivo de este artículo es explorar el problema de la secularización en una doble perspectiva sociológica y filosófica: por un lado, la necesidad de la sociedad moderna de organizar sus prácticas e instituciones siguiendo reglas propias; por el otro, la pretensión de esta sociedad de justificar racionalmente los valores en que descansan sus instituciones. Para ello, observamos cuatro procesos que a nuestro juicio destilan los complejos vínculos entre prácticas de justificación de órdenes normativos y dinámicas de organización institucional: la ‘racionalización’ de los valores, la ‘temporalización’ de la experiencia histórica, la ‘politización’ de la soberanía y la ‘automatización’ de la tecnología. Sobre la base de esta reconstrucción, sostenemos que lo que el ‘problema de la secularización’ señala no es otra cosa que la inestabilidad reflexiva de las sociedades modernas: es decir, el hecho de que los órdenes institucionales que ellas logran emergen no a partir de un único valor fundacional, sino a partir de la pluralidad de formas que lo normativo adopta en la propia sociedad.
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