En un país que envejece rápidamente, las AFP tuvieron éxito en dejar establecido definitivamente que las pensiones sí importan. Pero en un sentido mucho más profundo, la popularidad de los retiros del 10% demuestra que, tras cuatro décadas de funcionamiento, las AFP fracasaron porque ya no consiguieron crear una experiencia de pensiones que resuene positivamente con las vivencias personales de los pensionados y sus familias. Las causas de ese fracaso incluyen por supuesto factores económicos: bajos salarios, cotizaciones insuficientes, lagunas prolongadas y mala administración. Pero la derrota más fundamental de las AFP es simbólica y afectiva: fueron incapaces de crear una «cultura de pensiones» que transforme el miedo y la ansiedad de la vejez en aquella experiencia de tranquilidad y satisfacción que llega al culminar una vida bien vivida.