En sociedades complejas como las nuestras, las buenas decisiones se toman siempre en una relación compleja y por cierto imperfecta entre cargos elegidos, conocimiento técnico y diversos grupos de interés que ejercen presiones en distintas direcciones. Suponer que la “participación”, la “dignidad”, o la “seguridad” van a resolver todos los problemas es, por el contrario, contribuir a empeorar la situación. Es hacerse eco de una falacia de la simplicidad cuando la forma en que funciona el mundo real es extremadamente compleja.